Calel y yo: que nos matan!

Martes 24 de noviembre

Cuando Calel me miró, sé que él sentía lo mismo que yo, nos esperaban afuera pero nunca llegamos. Nunca llegué. Ellos son insensibles, criaturas extrañas con ojos saltones que requieren de una bofetada y 3 días sin agua en este infierno. Yo quiero quedarme acá y quien me quiera levantar: patada en el hocico; iré al baño cuando tenga las ganas, por ahora las gotas de mi no salen y nada puedo hacer.
La llave no la tiene ellos, ni la tengo yo, ni tampoco el padre del Renacimiento, ni mi abuelo traductor, la llave la tiene el conserje al que voy a meter mano en pantalón para conocer sus bienaventuras.
Los demás nos tirarán a mi y a Calel por el lago, que los cables de las laptoc nos suiciden y nos hundan por el caño de las piletas con sudor de Gimnasio de calle; nos lo merecemos, nos lo buscamos, por andar de manteles largos con flores en la cabeza.
Por La estatua de Alfredo González, que Viva Sandino y todos nosotros sus vecinos!